Isabel Sarli, ícono de la
cinematografía nacional, imprimió un estilo propio y absolutamente popular
caracterizado por incluir el desnudo para de esta manera establecer un
nuevo estereotipo de mujer que pone en primer plano la sensualidad.
Esta figura es la que representa los
atributos de la mujer latina: curvas, cabellera indomable y desnudo sin
prejuicios. Porque su silueta bañándose en las cataratas del Iguazú y su
caminar en la selva son una marca indeleble en la memoria popular. Y esta
imagen femenina acompañada de las fascinantes locaciones de la selva misionera,
paraguaya y brasilera construyen un clásico que trasciende las fronteras.
La dupla Sarli-Bo se animó como nadie a filmar en estas locaciones, aún cuando
los recursos tecnológicos eran bastante adversos, las cámaras y artefactos muy
pesados y enormes para estarlos arrastrando fuera de los estudios, un fresnel
enchufado entre la maleza directamente y las escenas logradas son maravillosas.
Los mitos del El pombero y la Flor del Irupé están presentes
en la filmografía dando forma e imagen a leyendas que se cuentan de boca en
boca y se comparten con Paraguay y Brasil.
La Coca fue productora y cabeza de compañía junto con
Armando Bo, se encargaba de coordinar los caterings, era también quien se hacía
cargo de la comunicación ya que Armando no hablaba inglés ni nunca le interesó,
era ella la embajadora cuando se trataba de una producción extranjera.
El patriarcado es cruel y siempre intenta poner a la mujer
en un lugar inferior, o desmerecer lo más posible sus cualidades sobre todo
frente a semejante hembra, se incomoda y rápidamente ataca con insultos o
descalificativos del tenor de era bonita y sexi pero tonta, Coca no era ninguna
tonta, y fue una mujer excepcional con su voluptuosidad y su inteligencia
creando cine erótico único en nuestra pantalla y el mundo. Coca, deseada
inmortal.
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