Park Chan Wook
para principiantes
La previa
Encontramos las salas del Abasto con
bastante poca gente en su primer abril
sin BAFICI en mucho tiempo. Armados con los 2x1 que vienen en la revista de
Cablevisión llegamos con un poco de tiempo para tomar un café y dar una vuelta.
La expectación nos carcomía. Concurrimos el mismo día del estreno a la segunda
película de lo que está siendo un desembarco de la elite del cine coreano de
género en Hollywood. Primero fue Kim Jee Woon con El Ultimo desafío (2012) y seguramente antes de fin de año llegue Snowpiercer de Bong Joon-ho. La película
que nos convoca es Stoker, a la que los
genios que le cambian los nombres a las películas rebautizaron con el
originalísimo y supuestamente mucho más comercial título de Lazos Perversos. Debut
hollywoodense de Park Chan Wook director de obras maestras como Simpatía por el Señor Venganza (2002), Oldboy (2003) y Lady Venganza (2005), películas conocidas como “la trilogía de la
venganza” o bien la inclasificable comedia romántica Soy un ciborg, pero está todo bien (2006) por solo mencionar
algunas.
La internacionalización de estos directores nos da la posibilidad de ver
sus películas en pantalla grande dentro del circuito comercial, salvándonos de
tener que recurrir a copias bajadas de internet o DVDs importados. Por otra
parte los obliga a pagar un duro derecho de piso y limita las libertades
creativas que tenían en su país natal y que solo podrán gozar en Hollywood si
les hacen ganar mucha, pero mucha plata a las casas productoras.
Lamentablemente este no está siendo el caso, así que veremos que depara el
futuro para estos excelentes directores.
La sala no contaba con mucho público y en su mayoría era gente mayor que no
aparentaba haber visto otras películas de Park Chan Wook ni tener idea a lo que
se podían estar ateniendo. Por la salud de unos cuantos septuagenarios esperamos
que Hollywood lo hubiera sosegado un
poco.
Los trailers abundan en publicidades y nos regalan un nuevo avance de una
de las películas que esperamos con más ansias para este año, El gran Gatsby lo nuevo de Baz Luhrmann que abrirá el Festival de Cannes de este
año y promete un deleite a puro art’
déco con escenografías que parecen sacadas de los cuadros de Tamara Lempicka.
Mientras las luces se apagan recuerdo que la primera película que vi de
Park Chan Wook fue Simpatía por el Señor
Venganza, precisamente en un BAFICI. Cuando terminó la película había
quedado tan conmocionado, que tardé unos minutos en pararme para irme mientras
intentaba asimilar lo que acababa de ver. Han pasado muchos años y he tenido la
suerte de ver muchas más películas de este director del cual me considero un
fanático. No puedo estar más contento de poner mi cerebro a su disposición por
un rato para que me lo estruje a gusto, seguramente no será como la primera
vez, pero uno nunca sabe.
La
historia
Tras la muerte de Richard Stoker, su viuda y su hija reciben como huésped a
Charly Stoker (Matthew Goode)
el tío desconocido y ocultado por la familia. A partir de su
llegada todo se enrarece en la familia y emergen aficiones similares entre tío
y sobrina, a la vez que revanchas y desplantes entre madre e hija.
El
relato
Park Chang Wook llega a Hollywood y
se trae consigo casi todo lo que podríamos esperar de una película suya, pero
un poco más sosegado. No se desvirtúa ni hace una película por encargo, sus
marcas de autoría están presentes por toda la película pero no con la carnadura
que nos tiene acostumbrados. Están allí los insectos, la perversidad de las
relaciones familiares, los valses, los colores y la violencia, pero falta más
locura (en el sentido más amplio de la palabra), más sangre y por sobre todas las cosas falta el sexo.
Sexo violento y perturbador como solo él puede desplegar y si bien la película
contiene dos magistrales escenas sexuales (el piano y la ducha), coger, no coge
nadie. Y para Park Chang Wook eso es una
rareza, todos los que hayan visto Oldboy
difícilmente olviden algún día la escena de sexo principal de la misma. Tampoco
termina de desplegar su manejo sin igual de la violencia. En un slasher
norteamericano uno puede ver a un asesino matar toneladas de gente y que no le
mueva nada al espectador, pero en una película de Park Chan Wook, cuando
alguien pega una trompada la sentís en los dientes. La violencia te repercute en el cuerpo, se
vuelve sensorial, como la banda sonora.
Todos los apartados técnicos y
formales están trabajados con maestría y pulso único. La composición cromática
de vestuario y escenografía deslumbra a cada momento. La sensibilidad de la
fotografía y el juego con el color en todas sus formas (luz, tela, pintura,
color de ojos) le da a la película una calidad plástica muy difícil de ver en
el cine de género más mainstreams. Porque lo que nunca hay que olvidarse con
Park Chan Wook es que a pesar de su veneración en los círculos más snobs del mundo
del cine, es un director de cine de
género y uno tremendamente popular y masivo en su país. Un personaje tan
peculiar que podría compartir estrado tanto con Carlos Reygadas como con RobZombie.
Tanto el montaje de imagen como el
sonoro remiten un cuidado obsesivo y una imaginación desbordante. Los fundidos,
las transmutaciones, el juego con los planos sonoros. Nada que librado al azar
en el complejísimo mecanismo que monta el director como respaldo para sus
encuadres preciosamente diseñados. El sonido de la cascara de un huevo al
romperse, la reverberación de la respiración dentro de una copa de vino, un
metrónomo que fluctúa la intensidad de su sonido según la acción dramática que
se está desarrollando. Todo es funcional, todo está pensado y utilizado de
forma armónica. Park Chan Wook domina la puesta en escena como nadie y el mayor
beneficiado siempre resulta el espectador.
Gran actuación de Mía Wasikowska en
el papel protagónico de la joven India Stoker. Personaje oscuro y retorcido que
construye con solvencia haciendo gala por momentos de todo su “burtonismo”.
Nicole Kidman cumple en el rol de la madre gracias a que el botox le ha
destensado un poco el rostro y le permite mínimas expresiones faciales.
Una película recomendable en
muchísimos niveles pero que pierde fuerza en el hecho de que nunca termina de
decidirse por irse completamente al carajo. Si uno toma cualquier película de
Park Chan Wook y cuenta linealmente su historia, rápidamente se dará cuenta que
resulta totalmente desquiciada e inverosímil. Lo que las hace funcionar es la
brutal montaña rusa a la que nos sube el director. Una suerte de convicción que
sumada a la seriedad visceral con que
aborda los mundos creados hace que todo, hasta lo más perverso y retorcido,
resulte verosímil. Por eso cuando se
queda a medio camino, el guion chirria un poco. Como decíamos más arriba Park
Chan Wook es un director de género y son el delirio de sus historias, la
violencia y su manejo de la sexualidad lo que lo separan de ser solo un ñoño
virtuoso y pretencioso como pueden ser Terrence Malick o Paul Thomas Anderson. El
manejo discrecional de estas características, tan propias del director, son las
que no terminan de cerrar como se debería esta gran película que es Stoker.
Hollywood no se deglutió a Park
Chan Wook pero tampoco le dio vía libre para hacer lo que quisiera, era lógico
y podría haber sido mucho peor. Estamos
contentos por eso.
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