La industria de la mentira
Un martes gris y lluvioso. Nos
encaminamos hacia el Cinemark de Puerto Madero, incentivados por la dinámica de
festivales decidimos exprimir los 2x1 que tenemos y hacer doble función.
Primero Luces Rojas (Cortés, 2012; que pueden encontrar reseñada en el blog) y
luego Argo la película que nos compete en esta reseña.
Con el regusto amargo del visionado
de Luces Rojas nos propusimos comer algo en los 20 minutos que teníamos hasta
la siguiente función de la maratón de
martes que decidimos darnos. Las opciones se reducían a solo una, el tiempo no
alcanzaba para salir a comprar nada, el “snack bar” de la sala. Nos decantamos
por un pancho mustio que poco hizo por nuestro apetito mientras mirábamos a la
pobre empleada que hacia malabares para atender ella sola a todo el mundo. Es
sorprendente como en la lógica de reducir los costos al mínimo, la cadena
Cinemark, hace funcionar sus complejos con un ridículo puñadito de empleados
cada uno. Esto trae como resultado demoras y molestias para los usuarios, pero
sobretodo una explotación a más no poder a los empleados. Lo único que les
falta hacer a los exhaustos jóvenes de casacas verdes es actuar en las
películas.
Con un poco más de público que la función anterior disfrutamos, para nuestra sorpresa, de más tráiler que publicidades, lo que siempre se agradece. Fueron bastante variados, pudimos ver el tráiler de la nueva película de Clint Eastwood (en la que solo actúa, no dirige), Curvas de la vida (Lorenz, 2012), la cual esperamos de corazón nos reconcilie con Clint y borre de nuestras mentes su senil y fascistoide participación en la convención republicana de hace unos meses. También se vieron dos títulos argentinos, Días de pesca (Sorin, 2012) y Ni un hombre más (Salinas, 2012) y el de la maquina de facturar preadolescente Crepúsculo (Condon, 2012). El cierre fue para la más interesante de todas, Losilegales (Hillcoat, 2012), un drama de acción situado en los tiempos de la ley seca norteamericana que nos entusiasmo a más no poder con un Tom Hardy más maloso que nunca y el inconmensurable Gary Oldman destrozando todo con una Tommy gun. Ya pueden contar con el dinero de mi entrada.
Contentos de tanto cine, un poco
hambrientos y con grandes expectativas para con la nueva película de BenAffleck abrazamos las sombras que envolvieron la sala de buena gana. Ya era
hora.
La historia
Basada en un hecho real, la película
narra las peripecias de un agente de la CIA, interpretado por el director de la
película Ben Affleck, que llevara a cabo un plan desesperado para sacar de Irán
a 6 diplomáticos norteamericanos que quedaron atrapados en medio de la
Revolución Islámica.
El relato
El película nos sorprende desde el
primer segundo usando el logo de los 70 de la Warner Bros. apostando a una inmersión total del
espectador en la época de la historia. El recurso no es nuevo pero anticipa un
cuidado por los detalles que se despliega magníficamente por toda la película.
El inicio del film nos muestra un sumario de los hechos acontecidos a lo
largo de la historia de Irán, contado entre imágenes de documental y
animaciones estilo cómic como Estados
Unidos aliado con Inglaterra dio un golpe de Estado en este país para derrocar
a un gobierno democrático que había interferido con sus intereses petroleros.
El gobierno títere impuesto por los norteamericanos era llevado adelante por un
descendiente de los antiguos Sha (realeza Persa) que gobernó sanguinariamente
el país durante 37 años hasta que fue derrocado por la Revolución
Islámica. Es poco frecuente que se
expliciten estos procesos de golpes económicos sociales llevados adelante por
Estados Unidos y con una claridad tan certera como se hace en esta película.
Esta pequeña secuencia introductoria nos sirvió para darnos cuenta que
estábamos ante algo totalmente fuera de lo común para el cine mainstream.
Siguiendo esta senda es interesante
destacar como durante toda la película los revolucionarios iraníes no son
presentados peyorativamente, ni como imbéciles o déspotas asesinos, lugar que
suelen ocupar aquellos caracterizados como opositores a los EE UU. Y este
posicionamiento no queda meramente en lo anecdótico de la secuencia inicial, durante
toda la película los diferentes personajes mencionan como EE.UU financió la
dictadura servil del Sha y como cuando las cosas se complicaron lo ayudaron a
escapar del país robándose el tesoro nacional. Definitivamente la película
norteamericana más políticamente juiciosa que hemos visto desde la descarnada Redacted (2007) de Brian De Palma.
La puesta en escena está cuidada al
detalle, con una reconstrucción de época meticulosa que se remarca en la
secuencia de títulos final de la película en la que se muestras las fotos y
filmaciones de la época que son recreadas durante el film.
El director construye panorámicas
muy bellas eligiendo locaciones
fascinantes como la Mezquita Azul en la ciudad de Estambul o los mercados
multicolores de Teherán.
La trama se construye pausadamente
pero sin nunca perder la tensión, la sensación de apremio y de falta de
posibilidades de éxito se va cerrando sobre el espectador como un nudo
corredizo hasta culminar en una apoteótica escena final. Suspenso del bueno,
bien a la vieja escuela, similar al que pudimos disfrutar hace poco en otra
excelente película de espionaje como fue El topo (Alfredson, 2011).
El ambiente del film es más bien
claustrofóbico casi siempre en interiores, los exteriores son siempre momentos
de tensión, objetivos a pasar sin ninguna certeza, el lugar del peligro y el
riesgo.
Las actuaciones son muy buenas y se
vertebran sobre el personaje que encarna
Ben Affleck, Tony Mendez, un
hombre torturado y de pocas palabras el cual Affleck puede llevar adelante sin
inconvenientes. Bien por el director por asignarle un papel que no estuviera
por sobre sus capacidades actorales.
Mención aparte para Bryan Cranston que interpreta a Jack O’ Donell el jefe de Tony Mendez en la
CIA. Si bien sus participaciones son pocas cuando pisa el acelerador
literalmente se “come” la película. Su interpretación durante la escena del
clímax del film es un tour de force impresionante que contribuye a redondear la
genial secuencia.
John Goodman como John Chambers y
Alan Arkin como Lester Seigel interpretan a un maquillador y un productor
cinematográfico respectivamente que asisten a Mendez en la perpetración de su
plan de rescate que necesita fingir una producción cinematográfica
hollywoodense. Valiéndose de estos grandes actores la película recorre y en
buena medida se burla del mundo del cine, sus vanidades y mezquindades.
Oportunamente lo compara con el trabajo de los espías ya que definen a las dos
actividades como “industrias de la mentira”. Goodman y Arkin entregan los
momentos más graciosos de la película y despliegan una química encantadora
entre ambos.
Que Ben Affleck esta demostrando ser
un gran director de cine no es ninguna novedad, cualquiera que haya visto la
gran The Town (2010) puede dar fe de
ello. Argo retoma la senda de las películas de espías a la vieja usanza y se
desenvuelve con soltura dentro en el
género, entregando una pequeña joyita. Affleck sigue con paso firme,
enhorabuena, en definitiva no solo de Bond vive el hombre.
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