El muerto que ríe
La previa
Un cinéfilo nunca se rinde. La cita era domingo de lluvia a las 15
horas en el cine Ambassador, continuando en la sección de películas homenaje a
Jorge Amado. En esta ocasión sería otra versión de La muerte y la muerte de
Quincas de Barro y Agua, una oportunidad única, ver desde la mirada de un
director y equipo egipcio, la interpretación de una novela latinoamericana que
transcurre en San Salvador de Bahía.
La proyección fue bastante
accidentada, a los 20’ de película se produjo un corte total que duró unos 10’ y otros 15’ hasta que se logró
concordar imagen y subtítulos. El entusiasmo seguía firme, aunque nos
sorprendimos de la cantidad de gente que se retiró de la sala refunfuñando sin
esperar ni los primeros 10’. Es cierto que estamos acostumbrados a que todo sea
rápido, y es difícil escapar a la espera de la inmediatez para la solución del
problema, pero es domingo por la tarde y estamos en el marco de un festival,
cabe la posibilidad de que algo falle o una película en fílmico se trabe.
La historia
La historia ancla su recorrido
destacando, la primera muerte de Tebal (Mahmoud Hemida) como funcionario que
abandona su puesto y su familia, y la segunda en su fallecimiento tras diez
años de vivir en la marginalidad. Luego estarán presentes los dos grupos
antagónicos que tienen relación con el personaje, su hija y su familia por un
lado y sus amigos de la noche, con su mujer por otro.
El relato
La película es del año 1999, pero
la copia parece de los años 70’, está muy oscura y la proyección no ayudó. Los
colores son opacos, los exteriores se ven en colores sepia del naranja al
marrón, se destacan los vestidos de las mujeres de la noche que realzan rojos o
azules, los demás personajes visten colores sufridos que no destacan
particularidad.
La camioneta que utilizan los
amigos de Tebal es un modelo de los 70’ en desuso que para abrir sus puertas
las tiene que sacar. Los bares y las casas son un pobrerío sórdido en contraste
con la casa de la hija y familia de Tebal que presenta una clase media alta con
muebles de estilo y limusinas preparadas para transportar al difunto.
Las actuaciones son buenas en
general, aunque no logran escapar al estereotipo de buenos y malos. Rayando la
exageración los amigos más malos y despiadados frente a la hija en personaje
tradicional girando a comprensiva.
La música es lúgubre, tensiona
los momentos de la hija primero y luego de los amigos junto al cadáver. Si bien
al inicio del film la hija de Tebal deja en claro que el pasado de los últimos
años de su padre no deben recordarse, y manda a lavar y vestir el cuerpo con la
idea de sostener este lema. Los dos grupos de personajes supuestamente
enfrentados familia y amigos no desarrollan mucha tensión, y esta amenaza
inicial se va desdibujando a medida que avanza el guion.
La historia no termina de cerrar,
la subtrama emprendida por la hija de Tebal augura una transformación, un
cambio en este personaje, pero esto no sucede, queda apenas esbozado.
Los posibles desencuentros entre
los distintos homenajes a rendir al muerto por parte de un grupo y otro son
llevados adelante por separado sin tener un enfrentamiento o disputa y la
resolución final deja bastante que desear.
La apuesta de Fawzi narrando una
historia más terrenal y mundana no está mal, pero no termina de cerrar, queda
flotando el espíritu de los orixás que acompañan y defienden a sus fieles en la
vida y en la muerte y que necesitan ofrendas para cumplir con su protección en
todas las historias contadas por Amado.
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