domingo, 21 de julio de 2019

Suzie Phoo salva al mundo.*



Stranger Things temporada 3 (Matt y Ross Duffer creadores)

*La siguiente es una nota de opinión. Contiene spoilers a granel, avisados están.

Nuevamente vulneramos las reglas jamás escritas de este blog para hablar de una serie, de su tercera temporada más específicamente. Es que si vamos a hacer lo que queramos no ahorremos arbitrariedad. La decisión de escribir esta nota responde a reflexionar sobre una particularidad de esta serie que tal vez no ha sido tan mencionada y que nos resulta fascinante. Es la nostalgia, pero no la obvia, el festival de referencias y homenajes, que de más está decir nos encanta, sino de una mucho más sutil. 



En una de las primeras clases de un curso de guión el profesor garabateo en el pizarrón una frase que atribuía a Jorge Luis Borges “En un buen relato, todo acontecimiento tiene una proyección posterior”. Sonaba a obviedad, a máxima de manual, pero con el pasar del tiempo empecé a descubrir su veracidad, su aplicación infalible en todos los relatos que me gustan o me habían gustado, una suerte de algoritmo escondido en el corazón de los relatos clásicos. Algo que parece tan sencillo, que suele pasar desapercibido pero que se echa cada vez de menos en las múltiples narrativas audiovisuales que desbordan nuestra pantallas.



Stranger Things, la serie creada por los hermanos Duffer, es un artefacto pop y auto referencial diseñado para el goce y el deleite de la generación que se formó audiovisual y afectivamente entre mediados de los ochenta y principios de los noventa. La generación del arcade y el VHS. De Cine Shampoo y el revival de Sábados de Superacción. El público objetivo de la actual edad dorada de las series, se podría decir que Stranger Things se propuso pescar en una pecera, pero con el devenir de las temporadas y sin renunciar a ser un disneylandia de la nostalgia, la serie logró altísimas cotas de calidad y alejar el fantasma de ser solo “jueguitos para la tribuna”.
Consolidando a sus personajes, volviendolos queribles, animandose a quebrar estereotipos (el espectacular devenir del personaje de Steve Harrington de bully de manual a mentor melancólico y perdedor entrañable merece una nota aparte, tal vez algún día la hagamos) y evolucionando con criterio sobre las críticas que la serie iba recibiendo (la redefinición y empoderamiento de los roles femeninos en la tercera temporada es marcadísimo sin llegar al panfleto culposo) logran dar un salto de calidad temporada a temporada y sin perder su esencia hacer la serie cada vez más compleja y entretenida.

La tercer temporada funciona como un mecanismo de relojería, las piezas encajan a la perfección, la proliferación de personajes  permite una coralidad manejada con justeza y lo más importante de todo es que todo acontecimiento tiene una proyección posterior. Y creo que este es el más nostálgico de los detalles de la serie. Las pelis con las que crecimos, las que nos siguen encantando esas que queremos legarles a nuestros hijos como una gema respetan esta máxima religiosamente. Así Marty McFly toca la guitarra en la fiesta de graduación de sus padres y logra que se enamoren,  el severo padre de Indiana Jones le hace aprender el alfabeto griego y esto le salva la vida o los brackets que revelan el verdadero destinatario del beso sumergido en Los Goonies.



En la tercera temporada de Stranger Things vemos desenvolverse esta máxima de una manera precisa y hermosa. Dustin vuelve del campamento de verano con la noticia de que tiene novia. Suzie que vive en Utah y que como se encarga de remarcar en cada ocasión, no solo es hermosa sino que es la chica más inteligente del mundo. La imposibilidad de contactarla lleva a todo el mundo a cuestionar la existencia de tan mentada chica. En cada capítulo hay alguna referencia, aunque sea pequeña, a la esquiva Suzie. Incluso llegan a trasladar la duda al espectador. Entonces sucede la magia. Lo más parecido a tirar una gambeta que se le puede ver hacer a un guionista. En un momento determinante en que el destino del mundo depende de abrir una caja fuerte cuya combinación es la constante de Planck, Dustin logra contactar a Suzie que no solo existe sino que efectivamente es inteligentísima además de hermosa y sabe el numero buscado.  Para coronar la situación de manera apoteósica Suzie y Dustin interpretan a dúo la canción de La historia sin fin, porque salvar al mundo no implica perder la onda y los creadores de la serie disfrutan arrancandonos un lagrimón.



De cara a lo que viene los hermanos Duffer tienen nuestro corazón en las manos. A esta altura queremos tanto a estos personajes tan bien construidos que vamos a sufrir con su errores, heridas  y tristezas y regocijarnos cuando vuelvan a salvar al mundo. Y más allá de las referencias, los guiños y los easter eggs queremos agradecerles por habernos entregado una aventuras clásicas, con corazón y construidas con esmero para el disfrute del público recordándonos porque nos gustan tanto las películas que nos gustan.
   



lunes, 8 de julio de 2019

Química entre los dos

Hombres de Negro Internacional (Gray, 2019)


La previa
Si bien ninguna entrega de la saga logró superar a la primera y originalísima MIB, lanzada allá por el año 1997, esta entrega al menos tomó un riesgo sustituyendo a la dupla protagonista y en ese cambio encontró la posibilidad de innovar, alejándose de lo que se había agotado en la búsqueda de mayor complejidad de los personajes.

La historia
Molly logra ingresar a la agencia MIB y le asignan una misión en Londres, donde conocerá al prestigioso agente H. Juntos deberán salvar el mundo de un extraterrestre llamado La colmena mientras circulan rumores de un infiltrado en la agencia.

El relato
La pareja protagonista es lo mejor de la película. Tessa Thompson y Chris Hemsworth ya habían funcionado muy bien en Thor Ragnarok, y no sólo van muy bien juntos sino también por separado. 

Ella se convierte en la ‘agente M’ por motus propio, a partir de que un extraterrestre se metió en su casa de niña sin que los agentes la notaran para hacerla olvidar todo mediante el neuralizador, su vida se convirtió en la búsqueda de ese misterio, en su habilidad y su inteligencia está la posibilidad de pasar de vivir una vida mediocre a conocer los misterios del universo y salvar al mundo. El desafío llevó estudio, dinero y mucha paciencia en la búsqueda, son muy graciosas las escenas de las entrevistas laborales donde su guiño no es captado por el empleador por tratarse de la agencia equivocada.
A los diez minutos del relato, ella logra dar con el lugar correcto y ahí termina su dificultad, ya que una vez adentro no hay conflicto ante nada, sólo cierto asombro ante la tecnología y la agencia.
Chris Hemsworth es un héroe, el agente más respetado después de la gran hazaña contra la Colmena junto a High T (Liam Neeson) el jefe de la agencia. Sin embargo tiene todas las características de un antihéroe: se queda dormido en las reuniones, es un jugador, es odiado por sus compañeros, anhelado por las compañeras, es canchero, “poco serio”. Se mezcla con extraterrestres con quienes llega a tener incluso vínculos personales.
Los extraterrestres están en fiestas subterráneas, detrás de puertas misteriosas, algunos se camuflan en objetos cotidianos pero el disfraz no llega a ser un elemento dramático y los agentes comparten sus espacios como uno más. Se diluye la contradicción entre la apariencia y la personalidad de los alienígenas, algo que funcionaba muy bien en la saga para mostrar lo delirante y críptico del universo extraterrestre.


Cuando la agente M se encuentra con el Agente H comienza el juego, algo no le cierra de su compañero, ella busca descifrar el misterio y resolver su misión. Pero el tono policial, detectivesco, no es logrado, se banaliza el conflicto ante tanto chiste y la posibilidad de un encuentro entre ellos. No se juega por uno ni otro camino y ahí pierde fuerza. Tiene además inconsistencias en ciertas situaciones, como en la persecución en moto voladora ante la mirada de todo Turquía y sin importar demasiado el neuralizador, hace que se pierda la importancia de lo ultrasecreto de la agencia y por lo tanto una de las patas fundamentales del mundo de MIB, quiere ser gracioso pero cae en lo trivial.

La veo o no la veo
Es entretenida aunque cae fácilmente en la banalización. La pareja es muy carismática y tiene algunos momentos que valen la pena. Si te gustó la saga se puede ver sin prejuicios.




sábado, 6 de julio de 2019

Contigo aprendí


Dolor y gloria (Almodovar, 2019)


La previa


Pedro Almodovar es un director muy querido de la casa, en esta oportunidad un biodrama con todos los condimentos que adoramos de su poética, una Cecilia Roth para arrancar un Juan Gatti a puro color en los títulos de presentación con planos de pintura fundiéndose en pantalla, un poco de Penélope Cruz, mucho color rojo, una pizca de canción española cantada por las mujeres que lavan la ropa al sol. Los curas inevitables en la etapa educativa de la vida y mucho amor, amor del bueno.



La historia


El tiempo pasa nos vamos poniendo viejos y mañosos, el fantasma de una enfermedad y algún que otro achaque demoran a Salvador Mallo, un reconocido director de cine español, a estar muy preocupado por los dolores. Dejando de lado la creatividad, distintos amigos lo impulsan para que salga de esa depresión.


El relato


Salvador Mallo es interpretado por Antonio Banderas, un actor de siempre en los elencos de Almodovar, tal vez las más recordadas podrían ser ¡Átame!, Mujeres al borde de un ataque de nervios o Laberinto de pasiones. Completan el elenco Axier Exteancia que interpreta a Alberto Crespo un actor de la primera película de Salvador de la cual se cumplen 30 años del estreno, y por este motivo retoman contacto, Nora Navas es Mercedes productora y amiga incondicional de Salvador, y la pequeña pero intensa participación de Leonardo Sbaraglia como Marcelo.




El tema de la madre es un tópico permanente en la filmografía de Almodovar en esta ocasión biográfica, la pérdida de su madre lo hace bucear en relatos que cuentan, por un lado la infancia en estilo Stromboli (Rosellini, 1950) por el pueblo en el que vivió con sus padres a los 8 años. Y por otro, un pasado reciente que dedicó a cuidar a su madre enferma con todos los detalles salvo uno que no pudo cumplir: llevarla a morir en su pueblo, pues Salvador no alcanza a trasladarla y eso lo demora en culpa.




Circulan por suerte otros amores en la vida de Salvador y uno de ellos reaparece como una luz intermitente del pasado que ha estado intacto y a la vez ha cambiado tanto. La enfermedad como gran ocupación de su vida empieza a correrse, para dejar lugar y ayudar a una amiga, o retomar la escritura, no dejarse vencer por los achaques, recuperar las ganas de poner la mente en un proyecto y ¡olé! a la vida otra vez.