lunes, 20 de mayo de 2013

Reseña El gran Gatsby (Baz Lurhmann, 2013)



Todo tiempo pasado fue mejor

La previa

Jueves de estreno, una película muy promocionada,  con  hermosa cartelería  derrochando buen gusto en las salas de cine, la nueva de Lurhmann genera expectativa. Fuimos al Cinemark de Puerto Madero, los espectadores cubríamos la capacidad de la mitad de la sala aproximadamente.

En principio vimos los trailers de Titanes del Pacífico film dirigido por Guillermo del Toro que tiene a su fans enloquecidos,  monstruos gigantes salen del mar  para atacar la tierra y para combatirlos robots gigantes darán la pelea, un desparramo a todo color. Luego fue el turno de Wolverine que no para de volver y si lo desafía algún gil en un  bar haciéndose el vivo, Wolverine pela las chuchillas y todo termina fileteado. El último trailer ¿Qué pasó ayer? III Sigue recogiendo de lo bien que le fue a la primera y si bien es muy graciosa la propuesta, se abusa un poco del recurso ya conocido del desborde nocturno que trae consecuencias inesperadas.

Finalmente se apagan las luces, se escucha la estruendosa caída en la oscuridad de un balde gigante de pochoclos y empieza la función.


La historia

Desde la soledad de un manicomio, Nick Carraway nos cuenta la asombrosa y trágica historia de Jay Gatsby, al cual acompaño durante los locos años veinte conocidos por el despilfarro que terminó con la crisis del 29’.

El relato

La primera imagen de la película es una luz  que parpadea en blanco y negro y luego funde a color con las iniciales JG (Jay Gatbsy) en un logo, el parpadeo de esta luz formará parte de la obsesión del protagonista por atrapar un tiempo pasado que añora.

La puesta en escena y arte  del film son exquisitas de principio a fin, abre  con  una cortina de títulos en blanco y negro citando la época, y se va transformando en líneas rectas doradas art decó que hacen de marco al desfile de nombres del elenco y el equipo técnico.

Se reconoce el trabajo de Lurhmann con la paleta de colores de Tamara Lempicka en los verdes y dorados, en las flores blancas. La presentación de la protagonista femenina Daisy, la niña dorada, es en un salón enorme donde todas las ventanas están abiertas y vuelan las cortinas blancas formando ondas, envuelta entre las  cortinas, asoma la mano de Daisy con un anillo de diamantes. La rubia art nouveau encarnada por Carey Mulligan quien siempre estará vestida en colores pastel, crudo, lila, amarillo pálido, bordados con hojas y broderí acompañan su melena dorada estilo casquito. Como contracara de Daisy en el despliegue visual, Jordan Backer (Elizabeht Debicky) es la morocha que desfila los modelos art decó siempre en línea recta y colores plenos, por momentos está montada como un afiche de Mucha con sombreros y pañuelos lisos y collar de perlas largo y simple.

El palacio  de Gatsby es como Xanadú  y el juego de su presentación  se demora en el relato al estilo de El ciudadano (Welles, 1941)  hasta los veinte minutos de película. La actuación de Leonardo Di Caprio  en el rol del gran Gatsby es espectacular, realmente está rejuvenecido, si bien encarna a un treintañero que ya no es, está muy bien en el rol, sus trajes impecables siempre en colores pastel o blanco inmaculado, hacen juego con la niña dorada. Di Caprio sorprende y brilla en la escena, fue Lurhmann precisamente quien lo  catapultó a la fama con Romeo y Julieta de William Shakespeare (Lurhmann, 1996). Luego vino Titanic (Cameron, 1997) y esto lo marcó como galancito del cine  quedando estereotipado por mucho tiempo, hasta que lo rescata Scorsese para El aviador (2004), y Los infiltrados (2006),  dos peliculones que le permiten despegarse del estereotipo y demostrar lo gran actor que puede ser. El antagonista de Gatsby es Tom Buchanan (John Edgerton), quien está a la altura con un papel de niño bien de la alta sociedad entregando una gran interpretación.

Narrando los avatares de  todos estos personajes está  Nick Carraway (Tobey Maguire) actor conocido por la saga de tres films de Spiderman dirigida por Sam Raimi. Su personaje, si bien en un principio resulta un poco lavado, es quien va dando las pinceladas para que conozcamos las circunstancias y los sucesos de estas vidas que se ven entrecruzadas. Nick cuenta su gran fascinación por Gatsby y su profundo amor por él.

La puesta escena del derroche en el palacio de Gatsby y los Buchanan, contrasta con los suburbios con montañas de carbón. Lurhmann utiliza planos aéreos, así como el acelerar movimientos de cámara que son característicos de sus obras. La urbe marginal aparece con música de hip hop y colores intensos como el rojo,  azul o amarillo estallados  al estilo kitsch.

Los automóviles último modelo para jugar carreras de nenes bien, autos de colección hechos a medida, contrastan en su carácter de objeto de lujo fetiche con las calles ennegrecidas por el hollín y las montañas de desecho de la súper sociedad de consumo que por lo visto para existir precisa toda esta mano de obra barata que subsiste en una sociedad de segunda. Nick trabaja como vendedor de bonos  en la bolsa de Walt Street, escenario fluctuante que funciona como bisagra entre los dos mundos tan disímiles que muestra el film.

La gran mansión, las fiestas multitudinarias con show en vivo. El órgano diseñado especialmente para la acústica del palacio, su intérprete, la piscina, el muelle, todo, absolutamente todo, es parte del plan de Gatsby para volver al pasado.

La forma de introducir la música acompañada por acelerados movimientos de cámara, así como los covers agiornados a los contextos temporales de temas de moda, son marcas indelebles de un autor que sabe encandilar a su público.

La nostalgia por aquel tiempo pasado que siempre fue mejor, será el leiv motiv de Gatsby quien intentará obsesivamente reponer ese tiempo ideal que le fue arrebatado, con acciones por momentos absolutamente desubicadas que construyen momentos de incomodidad al extremo, muy bien llevada por el quinteto de actores, destacándose el formidable intercambio en la escena de la habitación del hotel.

Los collares de perlas tan representativos de la belle epoque serán la marca que elige Tom para regalar a sus amadas y tienen una funcionalidad dramática, cuando Daisy recibe la noticia de que Gatsby está con vida, rompe el collar. En el caso de Myrtle (Isla Fisher)  que es la amante de Tom, su collar se rompe y desparrama cuando es atropellada en los suburbios, en ambas escenas se trabaja el detalle de las perlas rodando por todos lados.

La escena final es un homenaje a Sunset Boulevard (Wyler, 1950) que se corresponde con el sentido clasicismo que impregna toda la obra de Luhrmann. Las críticas han sido particularmente impiadosas para con el desbordado estilo del director y se le han arrojado a la cara muchas comparaciones con la novela original. En nuestro particular no habiendo leído la novela y considerando todo exceso estético una virtud cuando menos disfrutable, nos rendimos nuevamente ante Lurhmann, uno de nuestros desaforados favoritos. 

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