miércoles, 24 de octubre de 2012

Peripecias en la primera edición


Llegamos el domingo a las nueve de la mañana después de 16hs de micro desde Buenos Aires. En la terminal nos tomamos un taxi que nos cobra 36 pesos por hacer veinte cuadras hasta el hostel que habíamos reservado por teléfono. El hostel lo habíamos elegido por estar ubicado en un lugar estratégico, entre el Cinemacenter y la zona céntrica donde estaban el C.C. Conte Grand –punto de encuentro del festival- y el Museo Provincial de Bellas Artes, lugar destinado a las  actividades y proyecciones especiales.  Resultó que nuestros cálculos respecto de la ubicación no valían nada ante el hedor de la heladera, las moscas del baño y la falta de almacenes y lugares básicos de consumo por la zona, por lo que recogimos nuestras cosas y el primer taxi a la segunda opción. Luego de dar algunas vueltas con las valijas y bolsos, terminamos instalándonos en un hostel que quedaba a tres cuadras de la terminal de buses. 


Ya instaladas nos preparamos para ya irnos al punto de encuentro y retirar nuestras acreditaciones. Allí todo estaba cómodamente preparado para recibir invitados y público; había catálogos en cada mesa, afiches de las películas en las paredes, una larga hilera de computadoras para usar y un espacio para las conferencias de prensa. Agarramos un catálogo cada una y nos dirigimos a almorzar. Revisamos nuestro cronograma de funciones y calculamos la salida de las combis que ofrecía el festival para llegar al Cinemacenter que quedaba un poco alejado. Finalmente nos ganó la ansiedad y fuimos caminando, de paso conocíamos un poco, pero prometimos no volverlo hacer ya que las cuadras son largas y hay poca sombra. Entramos a la sala 2 para ver El último Elvis, película ya estrenada en  Buenos Aires, que en San Juan es estreno y se proyecta en la Competencia Oficial Internacional. Presentada por el mismísimo Víctor Bo, el padre de Armando el director, y productor de la película, nos cuenta que se sintió algo incómodo al saber que su hijo estudiaría arte, hasta que finalmente llegó a producirle su película con orgullo, además del gran éxito que tuvo. 

Para hacerla, contaba Víctor, tuvieron que esperar dos años a que Iñarritu se la produjera y que éste, previamente, lo convocara a Armando para guionar Precious, que finalmente tuvo mucho éxito en EEUU ya que gano el Oscar. En fin, aseguró que el protagonista John McInerny tuvo que bajar 12 kilos para hacer la película y concluyó que se realizo todo con mucho amor. Breve y tímido en actitud, este sex symbol de los años ’70, nos invitó a disfrutar del filme y se apagaron las luces.  Al final de la película, vemos que entre el público estaba Fernando Spiner, director de Aballay el hombre sin miedo, que se había proyectado el día anterior. También entre los espectadores estaba Juan Minujín, que vino al festival a presentar Vaquero, que protagoniza y dirige, otra película que formó parte de la sección Cine del sur. 

Luego, nos dirigimos hacia el museo donde había un brindis que no habíamos previsto y por supuesto nos sumamos a los comensales. Entre vino tinto bonarda y los pinchos de panceta y molleja, vemos a Claudio Rissi. No podemos evitar pedirle una foto y sumar a esta muestra de cholulismo un “Grande Claudio, sos un genio y qué gran personaje El Muerto”. 

Cuando regresamos al punto de encuentro, ya eran más de las 20hs y varios interesados entraban al lugar. Al vernos con las credenciales al cuello, se acercan y nos preguntan dónde eran las películas, dónde podían ver la sinopsis, unos niños se sientan junto a mí en las computadoras y me piden que les abra los juegos, mientras sus madres me preguntan si hay algo para chicos en el festival. Yo le cuento de la Linterna mágica, una obra de teatro en la que además proyectan El circo de C. Chaplin, el viernes. 

Hacia el final del día, cena de por medio evaluábamos las posibilidades para el día siguiente seguir disfrutando de este festival que había empezado con buena vibra y todavía faltaba lo mejor.

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