Comienzo de fin de semana largo. Un día soleado y fresco alentaba a la multitud a transitar las calles. La entrada del Auditorium frente a la Bristol estaba montada con una alfombra roja y barandales, todo preparado para la ceremonia de entrega de premios esa noche. Los bares cercanos a los cines tenían sus barras llenas de gente apurando los cafés para no llegar tarde a las funciones. Nosotros pasaríamos toda la tarde en el Ambassador 2 para ver 3 películas de Román Viñoly Barreto, y ya teníamos nuestras entradas desde la noche anterior. Arrancábamos a las 17hs con Orden de Matar, luego con café de por medio Horizontes de piedra y cerraríamos la jornada con El vampiro negro.
Entre películas, nos compramos unos pochoclos bien tradicionales en el puestito de la esquina del Ambassador. Estábamos viviendo un clima de romanticismo de saber que estábamos llegando al final del festival, y charlamos de la película favorita de todas las que habíamos visto, que habiendo sumado día a día eran alrededor de 22 cada uno. Era realmente difícil postular un primer puesto, no sólo por la variedad de las películas, sino porque como nunca antes sentíamos que había demasiadas que nos gustaban, la mayoría de lo que habíamos visto era de gran calidad y cada una contenía sus particularidades.Las filas de gente llegaban hasta las escaleras y nosotros ya nos formábamos para la sala dos y prepararnos para seguir deleitándonos y sumar imposibles primeros puestos a nuestros rankings de peliculones...
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