lunes, 19 de noviembre de 2012

Reseña El paraíso de los ángeles caídos (Ossama Fawzi, 1999, sección: Arte y Cine, homenaje a Jorge Amado)


El muerto que ríe

La previa

Un cinéfilo nunca se rinde. La cita era domingo de lluvia a las 15 horas en el cine Ambassador, continuando en la sección de películas homenaje a Jorge Amado. En esta ocasión sería otra versión de La muerte y la muerte de Quincas de Barro y Agua, una oportunidad única, ver desde la mirada de un director y equipo egipcio, la interpretación de una novela latinoamericana que transcurre en San  Salvador de Bahía.

La proyección fue bastante accidentada, a los 20’ de película se produjo un corte total que  duró unos 10’ y otros 15’ hasta que se logró concordar imagen y subtítulos. El entusiasmo seguía firme, aunque nos sorprendimos de la cantidad de gente que se retiró de la sala refunfuñando sin esperar ni los primeros 10’. Es cierto que estamos acostumbrados a que todo sea rápido, y es difícil escapar a la espera de la inmediatez para la solución del problema, pero es domingo por la tarde y estamos en el marco de un festival, cabe la posibilidad de que algo falle o una película en fílmico se trabe.


La historia

La historia ancla su recorrido destacando, la primera muerte de Tebal (Mahmoud Hemida) como funcionario que abandona su puesto y su familia, y la segunda en su fallecimiento tras diez años de vivir en la marginalidad. Luego estarán presentes los dos grupos antagónicos que tienen relación con el personaje, su hija y su familia por un lado y sus amigos de la noche, con su mujer por otro.

El relato

La película es del año 1999, pero la copia parece de los años 70’, está muy oscura y la proyección no ayudó. Los colores son opacos, los exteriores se ven en colores sepia del naranja al marrón, se destacan los vestidos de las mujeres de la noche que realzan rojos o azules, los demás personajes visten colores sufridos que no destacan particularidad.

La camioneta que utilizan los amigos de Tebal es un modelo de los 70’ en desuso que para abrir sus puertas las tiene que sacar. Los bares y las casas son un pobrerío sórdido en contraste con la casa de la hija y familia de Tebal que presenta una clase media alta con muebles de estilo y limusinas preparadas para transportar al difunto.

Las actuaciones son buenas en general, aunque no logran escapar al estereotipo de buenos y malos. Rayando la exageración los amigos más malos y despiadados frente a la hija en personaje tradicional girando a comprensiva.

La música es lúgubre, tensiona los momentos de la hija primero y luego de los amigos junto al cadáver. Si bien al inicio del film la hija de Tebal deja en claro que el pasado de los últimos años de su padre no deben recordarse, y manda a lavar y vestir el cuerpo con la idea de sostener este lema. Los dos grupos de personajes supuestamente enfrentados familia y amigos no desarrollan mucha tensión, y esta amenaza inicial se va desdibujando a medida que avanza el guion.

La historia no termina de cerrar, la subtrama emprendida por la hija de Tebal augura una transformación, un cambio en este personaje, pero esto no sucede, queda apenas esbozado.

Los posibles desencuentros entre los distintos homenajes a rendir al muerto por parte de un grupo y otro son llevados adelante por separado sin tener un enfrentamiento o disputa y la resolución final deja bastante que desear.

La apuesta de Fawzi narrando una historia más terrenal y mundana no está mal, pero no termina de cerrar, queda flotando el espíritu de los orixás que acompañan y defienden a sus fieles en la vida y en la muerte y que necesitan ofrendas para cumplir con su protección en todas las historias contadas por Amado.

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